Fueron varios días de locura, de alertas de tsunami y toda la gente estaba muy desorientada. Yo traté de mantener la calma, pero en definitiva creo que los hechos se apoderaron de mí en esos días.
Nosotros no pensábamos lo que hacíamos, si te concentrabas en lo que estabas haciendo, era volverse loco: un olor. Nos daban mascarillas, nosotros nos poníamos una gorra encima, nos colocaban un pañolín en el pelo para las infecciones, nos colocaban guantes, que eran unos guantes prácticamente quirúrgicos con los que sentías todo, sentías la piel que se deshacía en las manos, si tú te ponías a pensar en lo que hacías estabas frito.
Estamos todos rezando mucho por Aurelio, por mi familia, por la familia de la Fran que está muy mal, pero tranquilos porque en el fondo ya la encontraron.
La fuerza de la naturaleza ese día no dejó indiferente a nadie